En Europa la importancia del rojo iba
más allá de un gusto natural por esta tonalidad; se valoraba además porque resultaba
bastante raro. Los colorantes con base animal o vegetal eran altamente apreciados
pero difíciles de obtener, dando como resultado, que las vestimentas rojas
tuvieran un precio elevado y por lo tanto, representaban un importante símbolo
de estatus, teñir telas de rojo intenso en una tintorería medieval en Florencia
hubiera costado diez veces más que teñirlas de azul cielo, para dar un ejemplo.
Es difícil pensar hoy en día con ver a
las representaciones de la virgen María vestidas de rojo, la mayoría la asociamos
por herencia cultural con los colores azul o blanco, sin embargo durante el
Renacimiento, en las pinturas y retablos, en templos y catedrales, se le ve de
manera frecuente con vestimentas de color grana.
Gillis Coingnet
Retablo de la Epifanía o Adoración de los Magos
Concatedral de Santa María de La Redonda de Logroño
Las razones para el uso de ese color en
un símbolo tan importante para la cristiandad son fuertes: Al ser el color más
caro, debía de ser el que cubriera lo más sagrado, además, era el color de la
zarza ardiente, del fuego de Pentecostés y la sangre de los santos mártires,
sin olvidarse del propio Jesucristo sangrante, presente en cada iglesia
católica.
Gillis Coingnet
Retablo de la Epifanía o Adoración de los Magos
Concatedral de Santa María de La Redonda de Logroño